Tan solo han pasado 4 días desde que me incorporé al trabajo y... aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhgggggggggggggggggggggggggg..... maldita la hora en que a una mujer se le ocurrió reivindicar nuestros derechos. Para que teníamos que demostrar a nadie que somos inteligentes y eficientes si nosotras ya lo sabíamos.Ahora nos vemos en la obligación de seguir demostrándolo a lo largo de toda nuestra vida.
Pero y si a ti lo que te apatece es disfrutar de placeres como levantarte más tarde de las 7, tomarte tu tiempo para ducharte con tu gel preferido y no con el primero que pillas; extender tu body-milk por el cuerpo como debe ser y no dejando los pegotones que se impregnan en la ropa y vas llena de lamparones; secarte y cepillarte el pelo con tranquilidad y no hacerte un "moñicli" con la primera pinza que encuentras; maquillarte con las ultimas técnicas que leiste en la revista "Glamour" y no con dos parches en los pomulos tipo Heidi porque no te da tiempo a más; seleccionar al detalle la ropa que te vas a poner y no ir a lo rápido(vaqueros y camiseta), aunque sea lo más cómodo; desayunar en la terraza con tu zumo, tu café, tus tostadas y no optar por el Actimel como único desayuno.
No se porqué hay mujeres que dicen que se aburrirían sin trabajar, con la cantidad de cosas que hay para hacer....ir al gimnasio, unos larguitos en la piscina, ir a la plaza a comprar pescado, verduras y fruta fresca, comprar flores para ese jarrón que siempre está vacío, llamar a una amiga (que esté en tu misma situación claro) y tomar con ella una cervecita en la terraza de un bar, charlar y reir, volver a casa, preparar el almuerzo tranquilamente, todo fresco, nada precocinado, experimentar con la nueva receta que te comentaron, que más da si sale mal, tienes tiempo para cocinar otro plato... Diossssss... que placer.
Aunque la realidad sería muy diferente, te levantarías y empezarías a recoger la ropa que está amontonada en el sillon de tu dormitorio,si, ese sillón que ya ni te acuerdas de que color es, la clasificas en ropa de color y blanca, algodon o fibra, pones la lavadora, recoges la ropa tendida, planchas, la guardas en su sitio, emparejas los calcetines (el que aparezcan en el cajón hecho bolitas no es un misterio, lo hacemos nosotras) Te vas a la cocina, recoges los restos de la cena del día anterior, friegas los cacharros y dejas el lavavajillas (si lo tienes) preparado para cuando se acabe la lavadora (porque si no gasta mucho), te tomas el millon de L-casei-munitas porque si no empiezas a ver borroso (o por lo menos eso es lo que dicen en la tele) y comes lo primero que pillas en la cocina, un bizcocho, un trozo de pizza de ayer (puaahhhgggg), empieza a entrarte una fatiguita que te tienes que sentar, mientras estas sentada piensas lo que vas a preparar para el almuerzo, sigues pensando mientras recoges el salón, limpias el polvo, barres y friegas el suelo, sigues pensando qué hacer para el almuerzo, vas a hacer la cama porque ya se ha ventilado el dormitorio, fácil y rápido (siempre y cuando no te toque cambiar las sábanas), te metes en la ducha (5 minutillos de placer)terminas y limpias el cuarto de baño. Ya no te da tiempo para ir a la plaza y no compras ni pescado, ni verduras, ni flores, ni na de na, y por supuesto olvídate de la cervecita y las risas con tu amiga, todo lo más un vaso de agua con tu vecina mientras sacas la basura.
Para comer recurres a lo más socorrido, la pasta. Tu marido ya tiene cara de macarrón, pero que se le va a hacer, algunos la tienen de besugo y estan tan panchos.
En fin, te dan las 3 de la tarde y te planteas si realmente merece la pena dejar de trabajar. Y llegas a la conclusión de que probablemente si merezca la pena porque todas esas cosas las vas a tener que hacer igual, estés o no estés trabajando.
Y si tienes hijos multiplica todo proporcionalmente al nº de hijos.
Menos mal que dicen que el trabajo dignifica, si señor, hecha una mierda pero muy digna.